Cuesta la ausencia de los que se fueron, la presencia de aquellos que quedan, y la absoluta inmensidad reinante en los que aún somos y lamentamos a quienes ya no están, mientras vemos diluir la mente y el cuerpo de quienes nos anteceden.
Tantas voces, sonrisas, cuidados, cariños, enseñanzas y alimentos, no solo para el cuerpo, también del alma.
Cuestan las imágenes, cuestan los objetos que nos recuerdan a los que ya no están , pero sobretodo cuestan aquellos elementos que más duelen... Los recuerdos.
Cuesta también acostumbrarse a aquellos que por cosas del camino propio de la vida, deciden partir a otros rumbos. A ellos, con pena en el discurso, pero orgullosos de aquel brío que poseen, aventurarán sus pasos a la absoluta incertidumbre.
Cuesta encontrar tus fotos, y ver en aquellos recuerdos la imagen del joven indestructible qué pensaste ser, inalterable e inquebrantable, pero el tiempo te recuerda que toda carne está destinada a pudrirse, a veces, en la más absoluta soledad, aunque te encuentres rodeado de gente.
Tempus fugit.