huye, y escóndete,
como solo tu cuerpo sabe hacerlo.
Caen de entre tus dedos, vaho y sombra,
odio y luego indiferencia, disfrazados de hollín, alquitrán y ceniza, que diluye de entre tus dedos,
mi voz
mi respiración
y ese altanero discurso de odio hacia mi existencia.
Mientras tanto el tambor sigue latiendo,
la sangre se estanca en recuerdos...
Y me pierdo, buscando encontrarte.
¿Debo mirar hacia el mar buscando tu guía?
¿Serán los bosques, cómplices de este camino de un solo viaje?
¿Será del bronce, el cáñamo o tal vez el hierro el suspiro apagado del viento?
Vendrán amaneceres.