dar el primer paso, romper el hielo,
mirarte en la oscuridad, tocar tu cuello,
agarrar tu cintura, quitar la ropa, besar tu vientre, tus pechos, y verse ahí, frente a frente, en la más absoluta fragilidad, dos cuerpos distantes, erráticos y temerosos, pierden el pudor juntos, con el mismo miedo que otorga la clandestinidad.
¿Y como me quito de encima tu ausencia?
¿Hoy como duermo sin saborear tu carne y aquella pulpa entre tus piernas?
Vida, dame la fuerza necesaria para procurar no perder la calma, y que entre tus uñas, tu tinta y tus aromas, persevere en mi la idea del yo.
Esa necesidad intrínseca de supervivencia digna de la reproducción de las células.
Y es que como humanos, somos sujetos de carne, mamíferos deseosos de afecto, cuidados, y como sabes... reciprocidad.
¿Serán algún día del otro, los afectos recíprocos diluidos en alcohol?
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