miércoles, 21 de diciembre de 2016

Bitácora.18.12.2016



Han sido ya 48 horas.
Y estragos en mi ser… no hay.
Si, extraño sentirme acompañado, extraño a Guille, extraño a muchas personas más.
Pero si de algo ha servido este tiempo en casa, es para aprender a reconocerme, recordar que llegamos por voluntad propia, permanecemos por obstinación, pero nos vamos por voluntad del tiempo.

Inalterable, inalienable, y que más sabe por constante que por longevo, que es todo relativo a la métrica con que se mida la vida.
No es para un bebé, vida si durante esta no puede desarrollarse como individuo.
No es para un joven, vida si mientras la tiene… está normado por sentimientos complejos -al menos para aquel individuo- y que no comprende ni se detiene demasiado a evaluar.
No es vida para un adulto, el que a raíz de estas dos primeras etapas su adultez esté supeditada a una vida de reacciones que fueron adquiridas y concebidas cuando aún no sabían cómo controlarlas -y en varios casos inclusive no sabían cómo reaccionar a ellas-.

Es así que el ya adulto, logra entre vaivenes ser un ser humano “funcional” dentro de los limitados parámetros que le permitió su crecimiento.

… A ratos me perturba saber qué clase de trauma le estamos pasando a nuestros niños.

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