jueves, 24 de noviembre de 2016

Muchas preguntas.

¿Es este soliloquio abundante anatema para tanta desidia?

Y es que por muy perdido que haya estado el día,
no puedo esperar por aquel momento
en que mis pensamientos dejen de diluir tu forma
y me vea obligado a disimular
ya que te tengo ahí...
frente a mí con tus ojos de invierno.

Aquellos ojos de invierno
que desde hace un buen tiempo me turban el sueño...
que no puedo -ni quiero- dejar de pensar.

¿Qué me ves?
¿Qué es lo que sientes?
¿Qué ocultan tus ojos, tus brazos, tu cuerpo que merece la pena no demostrarlo inmediatamente?

Mi ropa huele a tí.
Y aquel aroma cariño... encanta.

Como tu mirada,
como tus silencios,
como tus tabacos
y como todo aquel halo de misticismo que te rodea.

¿Tienes tú acaso las mismas descabelladas ideas que rodean también mi mente?

 ¿Seré tan imbécil para plantearlas?
¿Serás tan volátil para aceptarlas?

¿Y si nos vamos de la mano -como hace un buen rato he querido- a nuestra propia utopía?
¿Y creamos en esta un templo en el que ambos podamos brindar plegaria?

Tengo tanto que hablar... que no se por donde empezar.
Y a ratos, me incomodan más tus silencios que tus palabras...
ya que tus palabras están sujetas a interpretación.

Y tus silencios... ¿estarán sujetos a los míos?

¿Podrían estarlo?

¿Y si tomas mi mano y me das a entender que hay más que interés de tu parte?


... Hoy dormiré con  la capucha puesta.
Ella aún guarda tu escencia.

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