lunes, 25 de abril de 2011

Nacido sin Nada.

Subiendo un cuento al cual quiero tener acceso online... igual me gustó.

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Nací una fría madrugada del 13 de septiembre de 1964, cinco días después conoceria el que fué mi hogar durante dieciseis años. Los malos tratos por parte de los más grandes, y probablemente el hecho de que siempre tuve un espiritu indomable hicieron que abandonara Estación Central, y el Hogar de Cristo en la búsqueda de un mejor vivir, al final pudieron más los golpes y gritos de mis compañeros.

Ya a los diecisiete años, encaminé mis pasos hacia un rumbo que no conocía, caminando solo por Santiago, pidiendo plata para saciar el hambre,y así la tentación pudo más y sucumbí al robo.
Mi cuerpo sintió frío, hambre... golpes, y no solamente de esos que recibía de Carabineros cuando me pillaban robando, recibía miradas. Esas despectivas miradas que cuando estás caido, te hacen conocer un punto más bajo aún, bordeando la miseria emocional... la miseria tangible del vivir sin rumbo, el día a día, ya la conocía.
Fué entre golpe y golpe que aprendí a defenderme, un par de viajes a la posta central, por pequeños desencuentros con nazis, y otras parias, hicieron de mí una persona agresiva. La vida en las calles era vencer o morir.

Las calles me lo dieron todo, y así como dio mucho, fue mucho lo que pidió.
Todavía huelo el aroma de aquel pequeño ser que compartió miserias conmigo. Matilda era su nombre, y ella con dieciocho años recién cumplidos, y yo con cinco años como habitante de esta calle y veintidós en el cuerpo fuimos felices... al menos durante algunas semanas, quizás meses... la verdad no lo sé, vivir sin rumbo fijo te hace perder la noción del tiempo que pasas respirando en esta inhóspita urbe de cemento.

Ella, decidió quedarse con el Brian su primer amor, choro de San Antonio, y lanza profesional.
Este hombre es el culpable de mi desgracia, él y mi madre, la cual me dejó a días de nacer en manos de extraños, que harían de mí Manuel Poblete, lo que soy, lo que fuí y lo que seré.

Desamores y desencantos.
Dolores y emociones que hieren, lograron que creara una fama digna de Martín Vargas, y así yo Manuel finalmente logré hacer dinero por mi cuenta, entre apuestas de peatones y habituales, fui acogido por Don Carlos Casanueva, hombre duro y antiguo boxeador, quien me logró meter en el boxeo amateur.

Conocí Santiago mas allá de Plaza Italia y los alrededores del Centro.
Club Mexico fué mi guarida, y mi escenario, gané la categoría amateur, y me abrí paso entre un mundo de desconocidos, quienes tras golpes, sudor y sangre me hicieron merecedor de varios billetes y curaciones por parte de La Margarita, la señora de Don Carlos.

Entre luces y esfuerzo, tras tres años de sudor y golpes, bajo este local de San Pablo, me hice conocido como “El Manuel de Rodriguez”, y fué así que caí en el mal de la droga, la cocaína y la pasta base me hicieron perder el rumbo. Ya sin nada mas que pensar que de donde sacaré la próxima dosis, perdí todo por lo que me costó tanto luchar, Don Manuel me echó del cité en donde durante años me cobijó, y volví a la droga, el robo y el olor habitual de las calles del Gran Santiago.

Me reencontré con la Matilda, con quien había perdido contacto, ella también había caído en este flagelo del polvo blanco, me contó de su paso por un cabaret del puerto, y por San Antonio, fue entre esas cobijas que volví a sentirme vivo, y así como si esos años en que no nos vimos nunca hubieran existido, volvimos a nuestro andar habitual.


Luego de tres meses, nos dimos cuenta de que la Matilda tendría un hijo, nuestro hijo, y eso hizo que quisiera luchar por un futuro mejor, me busqué un trabajo, y empecé como estacionador de autos al lado del Teatro Universidad de Chile, me hice amigo de alguna gente que le gustó como hacía mi trabajo, y me dieron un puesto como estacionador de “Los Buenos Muchachos” de Cumming. Con la Mati, ya no vivíamos en la calle, viviamos, en Estación Central, cerca del mercado. Ruidoso e inestable, pero era nuestro lugar, yo trabajaba en las noches, por lo que me costaba mucho estar con ella el fin de semana.

El tiempo pasó y me dí cuenta que mi trabajo me estaba costando la relación.
La Mati, me estaba engañando con el mismo canalla que siempre fué dueño de sus besos, y me dí cuenta entonces de que nunca lo olvidó... “El Brian” era el padre de “nuestro” hijo.

No esperé más, y no dí mi brazo a torcer, lo nuestro habia terminado, o más bien nunca empezó y una ira sobrehumana se apoderó de mi, fuí a la cocina del Restaurante, y me robé un ½ corte de 35cm. tomé un bus hacia el puerto iba a eliminar a mi rival.

Una vez llegado al puerto, me lo encontré caminando por la caleta donde Matila mencionó que andaba, y lo encaré. Fué ahí que me dí cuenta que el Brian estaba traficando, fué él quién metio a la Matilda, él hizo adicta a MI Matilda, mi rabia no conoció limites ese día, lo apuñalé tres veces, cada estoque fué mortal.
Mi Némesis yacía muerto bajo el empedrado donde los lobos marinos tomaban sol en las calientes tardes de verano.

Me detuvieron esa misma noche, fué un milagro que no me pillaran primero los compinches del Brian, y así tuve un juicio express, estaba todo bien claro en donde mi pena eran diez años y un dia, efectivos de inmediato.

En la cárcel tuve más problemas, y así fue como en una noche tibia de enero, conocí el mismo puñal del que fuí verdugo, y entre las frías paredes de la Ex Peni, me encontraron muerto. ¿Culpables?... ninguno, a fin de cuentas mueres como vives.

Así terminó mi historia, y hoy puedo hacer lo que en vida nunca pude... proteger a mi Matilda, y a Benjamín, mi primero y único hijo.



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